Si nos aseguráramos de que el sujeto que está delante del verbo necesitar es verdaderamente "yo".
Si exploráramos algún camino más que el que nos enseñan y, si al ver que el que nos hace feliz es poco transitado o incluso no lo ha escogido nadie, nos diera igual lo que dicen los de las autopistas y no permitiéramos que eso nos robara ni un pedacito de esa felicidad.
Si nos enseñaran desde niños lo natural que es amarnos a nosotros mismos porque somos maravillosos, y que así somos todos. Entonces surtiría espontáneo, habiendo besado ya infinito cada milímetro del espejo, mirar sólo hacia los demás.
Si al hablar lo hiciéramos siempre como si fuera a ese espejo.
Si nos diésemos cuenta de que mi manera de ser feliz no tiene por qué ser la de los otros y pudiésemos tolerarlo.
Yo, de esto último, me doy cuenta así que, quizás, olvidad todo lo escrito.