Tras el primer día de camino ya has conocido gente e incluso
a veces cometes el error de irte a cenar con ellos. Parecerá esto un chiste de
aquellos antiguos pero hasta que yo recuerdo era bien cierto que estábamos en
aquella mesa un francés, un alemán, una madrileña, un burgales una asturiana y
yo.
La asturiana gustaba de hablar y comparar quedando siempre,
por supuesto, todo lo de su tierra por encima de lo vulgar demás. El resto
cenábamos, observábamos los carteles, cuadros y demás reliquias de las paredes sobre el afamado carnaval de Laza, pedíamos la receta de aquel estupendo caldo y aguantábamos como podíamos
el tirón. En un momento dado la interfecta decidió que DEBÍAMOS escuchar el
himno de la santina. Tras unos segundos de tenso silencio y miradas de poker el
burgalés, medio resignado medio divertido, cedió a la presión y le preguntó si
no sería tan amable de cantárnoslo. Disculpándose a priori de lo mal que
cantaba, “y con este catarro y el cansancio” nos hizo el inmenso favor de
disponerse a ello mientras sacaba un papelito…¡mientras sacaba un papelito!...
- ¿Tanta leche con tu tierra y el himno y ni
siquiera te lo sabes de memoria?
- No, sí… o sea, por si me equivoco.
- Tiene cojones…
El burgalés, fino y al quite, quiso jugármela.
- Como que te sabes tú el de la virgen del Pilar.
- Mira Antonio, los de Zaragoza podemos ser ateos,
decir que somos mallorquines y reírnos de España, Europa y de casi todo. Pero
solo de casi todo, a la virgen del Pilar no nos la toca nadie y, ¿sabes qué te
digo?
- Qué?
- Que “VirgenSanta,
Madre míiia, luz hermooosa, clarodiía queelatierra araagoneeesa
tedignastevi-si-taaar…”
Y así canté yo
primero, y se oyó en Laza y para toda Galicia y Asturias uno de los himnos de
la virgen del Pilar peor cantados de la historia, pero triunfante e
infinitamente sentido.