viernes, 5 de agosto de 2016

Tomeu, el batería.

Yo soy como ella, siento un cachito de felicidad cuando encuentro una serendipia. Soy de esos que cuando conoce a alguien de Madrid le pregunta si conoce a mi primo Pepe, que también vive en Madrid, en Cea Bermudez, y que trabaja en una consultora en una calle grande de por el centro que me parece que se llama "Castellana" (o algo así). Por eso cuando al verme con la camiseta que regaló un bar alguna vez me ha dicho que hace un rato había repostado gasolina un compañero mío no he querido desengañarla. Hay quien incluso piensa que estas casualidades se deben a algo, que hay señales detras de ellas.

-¿Compañero...?
-Sí, llevaba la misma camiseta que tú, me ha dicho que era el músico del bar, el batería.
-Ah, el batería, claro, Tomeu, ya me había dicho esta mañana que andaba corto de gasolina, qué majo el tío, ¿eh? pero los que tocan la batería son un poco raros, mucho mejor nosotros, los guitarras, más normales.

Y ella ha sonreído con cara de duda aunque afirmando con la cabeza, quizá no le sonaba que se llamara Tomeu, quizá se ha percatado de mi invención, o quizá no y ha sentido un cachito de felicidad.




miércoles, 3 de agosto de 2016

Clausura



Sor Teresa es la superiora de “les monjes tancades” de Inca. Hoy me la he encontrado por el hospital y me ha contado la última de las que le han pasado. Sí, sí, como lo oís, porque esta es solo la última, más de un buscador de adrenalina de esos que salen por la tele envidiaría los avatares de la vida de Sor Teresa.

“Que se  nos vinieron las monjas del convento de Palma y, como creíamos que aquel convento era nuestro nos trajimos algunas cosas, unos cuadros, algún mueble…y ahora dicen que aquello no era nuestro y que somos como los políticos: nos acusan de corrupción, prevaricación, apropiamiento o…no sé, no sé, Sixto”. Lo decía sonriendo, no os vayáis a pensar. “A mí me sacaron en una foto en algún periódico con un cuadro bajo el brazo”, nosotras nos lo tomamos a risa.

Y yo no podía evitar, también, sonreír divertido.

-Las van a encerrar a todas en la cárcel.
-Pues mira qué problema, que nos encierren, ya estamos acostumbradas.

-Anda,  pues es verdad.

La paciente inglesa



No fue en un avión, ni en el desierto.  Fue en mi hospital, ayer.

Dos días antes habíamos hablado de que, a diferencia  del castellano, el idioma inglés te permite decir "Te quiero" sin que tu interlocutor se asuste. No lleva tanta carga. Puedes decir que quieres a alguien sea de la forma que sea, poco o mucho, solo un cariño o una estima, o sencillamente en respuesta a un cumplido, o a un chiste. En cualquier caso puedes, sin problemas, decir "ailofyu".

(...)

-Do you want me to put you some medicine so you'll feel well?
-Yes, please.
-If I do that you'll surely fall asleep.
-Ok.
-You understand what that means, don't you?
-Yes, doctor.

Le pedí a la enfermera que preparase el bolo inicial para la sedación. No hubo más palabras, bueno sí, una más, mientras se le cerraban los ojos por el rápido efecto de la medicación me miró, y susurró: "Grasias".

Antes de acabar mi jornada laboral pasé por su habitación a despedirme. Dormía, claro. Le acaricié el pelo, lloré, y me despedí: "I love you, my english patient".