jueves, 29 de julio de 2010

Crónica de una caída. (I)



Ya sabéis que no suelo contar las crónicas de las carreras que hago (bueno, en este blog, en otros lados sí), pero esta crónica no es la de la carrera, si no la de la caída y todo lo que pasó alrededor de ese momento, en mi cabeza y en mi entorno. Creo que contarlo puede enseñarnos cosas a todos, o quizá no, pero bueno, a ver qué sale.

Triatlón de Soller. No sé si alguien de los que leéis esto no sabéis lo que significa, por si acaso lo resumo en pocas palabras: el más duro de la isla, mítico porque suele haber medusas de las que pican contratadas especialmente para el evento, por el día que se celebra y la hora a la que empieza (diez y cuarto de la mañana del último domingo de Julio... aprox.), lo cual te obliga a hacer la última parte de la bici y el correr a unas horas en las que el sol ya no guarda rehenes, y porque lleva mucho tiempo celebrándose (y por otras muchas cosas más, pero he dicho que resumiría).

Para mí significa,actualmente, una de mis cimas. Hechas ya varias medias maratones y pendiente de ver si seré capaz de acabar una maratón entera, esta triatlón está en el podio de las cosas más duras que he hecho, aunque después de hacerla por primera vez el año pasado no era consciente todavía de lo que era, fue cuando conociendo a más gente y veía sus reacciones cuando les decía que la había hecho cuando me di cuenta de toda su dimensión:

- ¿Que has hecho el tri de Soller?
- Sí, bueno, acabando penúltimo...
- Ya, bueno, pero la has hecho.

Y lo que no se puede describir es la cara que ponían al ver que un piltrafilla como yo se había atrevido con ella.

Vaya preambulito... cómo me enrollo, a ver si voy al grano.

(Continuará).

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